

1 DE NOVIEMBRE DE 2018 / PALAVAS LES FLOTS (HÉRAULT-OCCITANIA) – AIGUESMORTES – ARLES – AVIGNON (VAUCLUSE-PROVENCE).
Nos despertamos sobre las ocho de la mañana. Abrimos una de las ventanas de nuestra Snaky para ver cómo pintaba el día. Climatológicamente hablando estaba tal cual lo habíamos dejado la noche anterior. Unas grises y amenazadoras nubes cubrían el cielo del área de Palavas-les-flots dejando caer una ligera lluvia. Casi de manera compulsiva echamos mano del teléfono móvil para ver cuál era la previsión meteorológica. Afortunadamente para nosotros, todo apuntaba a una mejoría en las inmediatas horas ¡Menos mal! – pensamos. La jornada anterior había transcurrido casi en su totalidad bajo la lluvia y no teníamos ganas de pasar otra igual. Aprovechamos aquellas últimas horas de tormenta para desayunar y ducharnos con tranquilidad en las fantásticas instalaciones del área.
Finalmente, con toda la calma del mundo, nos pusimos en marcha hacia nuestro primer destino: Aiguesmortes.
Se trata de una pequeña ciudad en el distrito de Gard (Languedoc-Roussillon) completamente amurallada que data del año 1481. Nosotros ya la conocíamos de otras escapadas pero se trata de un lugar tan bonito que quisimos llevar a Rosa y Daniel. Estábamos convencidos de que les iba a gustar.
Tomamos la D62, una preciosa carretera a las puertas de La Camarga que transita entre aguas. A un lado l’Etang de l’Or, una marisma catalogada como reserva natural donde los flamencos rosas -símbolo del lugar- campan a sus anchas. Al otro lado, el mar Mediterráneo, siempre tan calmado y azul.

En unos escasos quince minutos llegamos a Aiguesmortes. El sol se imponía sobre las nubes. El día, sorprendentemente, era otro completamente diferente al que habíamos visto al despertarnos. Al ser dos vehículos grandes no quisimos complicarnos la vida para estacionar. Por este motivo nos dirigimos directamente al parking indicado para las AC. Se encuentra en la confluencia del Boulevard Diderot y La Rocade Est, justo al mismo pie de la entrada al recinto amurallado por la Puerta de la Reina. Resulta ideal para hacer una visita a la antigua cité y no es caro. Además permite el vaciado de aguas en la misma instalación.

Una vez convenientemente estacionados accedimos a pie al recinto atravesando la imponente muralla. Paseamos un buen rato por las calles empedradas del interior. No tiene demasiadas cosas para visitar pero el simple hecho de caminar por sus históricas calles hace perder la noción del tiempo. Entre aquellas piedras y edificios puede uno imaginar como debería ser la ciudad cuando fue fundada por el Rey Louis IX como puerto comercial de enlace con Italia y el resto de Oriente. La ciudad también tuvo un gran protagonismo en la época de las Cruzadas -lugar de donde partían las expediciones de debían reconquistar Tierra Santa- y durante el Protestantismo -se instaló una prisión para los Hugonotes-.
Pudimos admirar la famosa Tour de Constance -una torre de vigilancia erigida sobre los restos de la originaria Torre Matafère que construyó el mismísimo Carlomagno-, la Eglise de Notre Dame Des Sablons -construida en el siglo XIII y saqueada por los protestantes en el 1537- o las diversas puertas que permiten cruzar la muralla como la Porte de la Gardette, la Porte de la Remblais, la Porte de la Marine o la Porte de l’Arsenal.

Tomamos algo en una de las tantas terrazas que allí hay y fuimos volviendo a las AC. Debíamos continuar nuestro viaje en busca de la Provenza. Nuestra próxima parada era la ciudad de Arlés.
Circulamos atravesando la Camarga, zona natural que abarca todo el delta del río Ródano -o como se conoce en la zona, les Bouches du Rhône-, por carreteras secundarias que ofrecían unos espectaculares paisajes.
![IMG-20181101-WA0003[7485]](https://losviajesdesnaky.files.wordpress.com/2019/05/img-20181101-wa00037485.jpg?w=660&h=495)
La hora de comer se nos echaba encima y había que ir buscando un lugar para poder parar con tranquilidad. Como de costumbre utilizamos la aplicación Park4night. Nos indicó una área de autocaravanas en Arlés que por las fotos no tenía mala pinta y además era gratis. ¡Ideal! – pensamos. Lo comentamos con Daniel y Rosa por las emisoras y decidimos dirigirnos allí. Al llegar la decepción fue enorme. El lugar estaba en una zona a orillas del Ródano pero era un lugar sucio y se había convertido en un poblado gitano. Había otras AC estacionadas allí pero no nos daba ninguna confianza dejar en ese lugar los vehículos mientras visitábamos la ciudad. Los niños estaban hambrientos así que optamos por cocinar algo rápido y buscar un lugar alternativo para visitar la ciudad. Lo encontramos en la Avenue Paulin Talabot, una calle bastante céntrica justo al lado de la estación de Arlés.
Con el problema de dejar nuestras AC solucionado, bajamos de los vehículos y emprendimos la marcha por la Quai Marx Dormoy, un paseo peatonal que sigue el curso del Ródano.
Llegamos hasta l’Église des dominicains d’Arlés para continuar hasta nuestra primera parada, la Place du Forum. En aquel lugar se encuentra el conocido Café la Nuit. El local fue inmortalizado por el pintor Vincent Van Gogh. Al igual que Cézzane, el pintor impresionista, se dejó seducir por la Provenza francesa al cual su belleza natural fascinaba. En Arlés pasó una de las épocas más productivas creativamente hablando. No en vano en Arlés vieron la luz cuadros tan famosos como Los Girasoles, La Casa Amarilla o El Café La Nuit. Este último se inspiró en el local que había en la Plaza del forum el cual fue pintado por el artista una noche estrellada de septiembre.
Visto el lugar y hechas las fotos de rigor, continuamos con la visita por la Rue du Palais hasta llegar a la Place de la Republique, lugar donde se encuentra el Obelisco y la Cathedrale Saint-Trophime. Muy cerca también pueden verse los Criptopórticos.

La tarde avanzaba y quedaba mucho por ver en la ciudad. Nos adentramos en la Rue de la Calade para ir directamente en busca del Théâtre Antique d’Arlés. Se trata de un teatro romano construido en el siglo I a.C. y catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Lamentablemente para nosotros estaba cerrado y tuvimos que conformarnos con verlo desde fuera. Aún así valió la pena la visita.
En la entrada del teatro a los niños les llamó la atención una señora que acompañada de sus dos perros tocaba una guitarra. Cuando nos dimos cuenta nos sorprendió que estaba hablando con ellos. Nos acercamos y acabamos también entablando conversación con ella. Nos explicó que era originaria de Sabadell y que hacía muchos años que vivía en Arlés en una furgoneta tocando en las calles. Nos fascinó su historia sobre cómo viajaba y se ganaba la vida.

Continuamos el recorrido en busca del plato fuerte de la ciudad, el anfiteatro, o más conocido como Les Arènes d’Arlés. Construido sobre el año 80 d.C. fue concebido poco después del Coliseo de Roma y tiene capacidad para albergar un aforo de 25.000 espectadores. Al igual que el teatro, también forma parte del catálogo de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. En él los gladiadores entretenían al público en sangrientos espectáculos bajo la atenta mirada de Emperadores romanos como Gallo o Constantino.

Viajar en noviembre tiene el inconveniente de que los días se acortan por la falta de luz solar. Por ese motivo había que ir pensando ya en buscar alguna opción para pernoctar. Volvimos callejeando al lugar donde nos esperaban las autocaravanas.
Nuestra previsión era acercarnos a la ciudad de Avignon para pasar la noche. Por delante apenas teníamos cuarenta kilómetros por recorrer. En poco más de tres cuartos de hora ya llegábamos a la capital del departamento de la Vaucluse en pleno corazón de la región de la Provenza-Alpes-Costa Azul.
Como ya conocíamos la ciudad en la visita que habíamos hecho en verano de regreso del viaje de Suiza fuimos directos a la Route de l’Islon. En ese lugar pernoctamos perfectamente en agosto en un camino a orillas del Ródano junto a decenas de AC. Al llegar la oscuridad ya era absoluta y la soledad también ¡Hay que ver como puede cambiar un lugar de verano a otoño! – reflexionamos. Comentamos la situación con Rosa y Daniel y decidimos acercarnos al área de autocaravanas de Avignon que está muy cerca de ese lugar. Tampoco nos convenció. Estaba muy oscura y dejada.
Aún nos quedaba un último recurso. También recordábamos del verano que por la zona habíamos visto un camping. Fuimos en su busca y lo encontramos sin mucha dificultad. Se trataba del Camping Bagateille. Nuestro temor era que estuviera cerrado pero afortunadamente en Francia la mayoría de campings funcionan todo el año. Por poco más de veinte euros podíamos pasar la noche allí y utilizar todos los servicios. Lo tuvimos claro al momento así que allí nos instalamos. Desde la entrada del camping disfrutábamos de una postal espectacular de la ciudad de Avignon.

A pesar de que el reloj apenas marcaba las siete y media de la tarda la noche era ya cerrada. ¿Y si vamos a dar una vuelta por Avignon? – propusimos. Dicho y hecho. Nos abrigamos y los siete cruzamos el Rhône para llegar hasta la entrada de la Cité.
Nuestro recuerdo de la ciudad era en pleno verano y de día ¡Cómo cambia una ciudad según el momento del año o incluso del día! Mucho menos bulliciosa y más tranquila pero igualmente de bonita con la iluminación nocturna.
Los niños empezaban a tener hambre así que decidimos que ya era hora de ir volviendo al camping y hacer la cena. Al fin y al cabo la visita a la ciudad la teníamos prevista para el día siguiente. Como ya habíamos cogido por norma, los niños cenaban en una AC y nosotros en otra. Charlamos hasta tarde comentando las experiencias del día.
Nuestra segunda jornada de viaje había llegado a su fin ¡Ahora sí que podíamos decir que ya estábamos en La Provenza!

Fecha de publicación original: 29/05/2019
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